sábado, febrero 25, 2006

Deliciosamente estúpido

Me costó trabajo apreciar las películas deliciosamente estúpidas, fue Orson Scott Card -El juego de Ender y secuelas-, quien me ayudó a ello.

Usualmente los cinéfilos tenemos un ego intelectual, que estimulamos encontrando el trasfondo del trasfondo, de la sub trama insinuada en las 3 líneas de la segunda escena de fulana película, ésas que relacionamos con cualquier tema sociológico-sicológico-filosófico medio oscuro.

Y de repente se atraviesa algo como «Ferry Bueller's Day Off», «Zoolander» o «La Máscara», que nos hacen reir pero que vemos a oscuras y sin que nadie sepa, pensando que dañaría nuestra imágen que se supiera que nos arrancaron una sonrisa.

Durante un taller de cuentistas de ciencia ficción Card estaba aterrorizado, tenía que presentar un cuento que aún no escribía. El había sido la Gran Leyenda del Cuento, pero pasar a escribir novelas le costó un cambio en estilo narrativo y no podía retomar la brevedad que una narración corta exige.

Trabado como estaba se fue a un MacDonald's, se atracó y después entró a ver «Johnny Dangerously -con Michael Keaton-» al cine. Esa noche escribió el cuento, que fue un éxito en el taller y entre la crítica. Etiquetó a la película: «deliciosamente estúpida».

No siempre tenemos humor de ver un filme profundo y exigente, o de escarbar en las profundidades semióticas y simbólicas de una cinta. A veces una cinta como «Matando cabos» te aterriza en un mundo que tiene mucho para sólo disfrutar.

Vamos, a Jessica Alba no le pedimos una charla de física cuántica o una disertación acerca de Stendhal, sólo le pedimos que se vea como se ve. En una cita con ella creo que evaderíamos esas charlas y le insistiríamos en que se beba otro tequila. Tampoco nos imaginaríamos con ella dando un paseo por la nieve, sino por la playa.

Esto no perdona a las películas idiotas, como es «Azul extremo -Into the Blue-», pero eleva a «Better off Dead», «Ace Ventura» o «Airheads», tan sólo por dar risas sin pedir nada a cambio.

Foto MGM-Columbia

lunes, febrero 20, 2006

El reflejo de la máscara

Desde hace tiempo navegaba buscando información de «MirrorMask», la película dirigida por Dave McKean -ilustrador de portadas de Sandman- y escrita por Neil Gaiman -Sandman, Neverwhere-. Me hice un presupuesto en Amazon, incluyendo esa, Serenity, Johnny Mnemonic y Labyrinth, resultando que cada una me costaría unos 250 pesos... Bú! Aun así la oferta era tentadora pues no creía que Mirrormask y Serenity fueran importadas y menos aún, abaratadas en región 4.

Resultó que la calle de la amargura hace cruce con el tianguis del sol. Estaba ahí de ocioso y descubrí que ya tenian ambas películas, lo cual fué otro conflicto: no compro piratería. Bueno, no compraba piratería... aunque mi idea fue, invertir una lana en comprobar si valía la pena pedir los originales. En el caso de MirrorMask, definitivamente la pediré -aun no veo Serenity-.

La película es sencilla en su narración, lo cual es de agradecerse ya que visualmente es una delicia. Los ambientes surrealistas que McKean crea junto con el equipo de Jim Henson's Workshop son únicos, una delicia total. La historia es un mero pretexto para darnos un tour por las fantasías de una chica preadolescente, enfrentadas por ella misma en su adolescencia.

Helena es malabarista en el circo familiar, que sus padres se esfuerzan por mantener. Poco después de una fuerte discusión, su madre cae enferma y es hospitalizada. Y unos días más tarde Helena despierta una noche en una ciudad donde los peces nadan por el aire, toda la gente usa máscara y ella es arrestada como la ladrona del talismán de la Reina Blanca. Helena reconoce su mundo, el mundo que crea en constantes dibujos, pero quiere volver a la realidad, así que inicia la búsqueda de la «Máscara espejo».

La trama es obvia, pero sólo por que da apoyo a las imágenes mismas que bastan y sobran. La música es otro aspecto muy bien hecho, mezclando piezas clásicas y bien conocidas, con otras piezas muy al estilo del Cirque Du Soleil... de hecho, éste circo canadiense hizo una versión cinematográfica de su show «Alegría» hace unos años. «MirorMask» es lo que hubieran querido hacer.

Obvio, la piratería no perdona, el filme estaba pixeleado y el sonido desfasado. Otro pretexto para conseguir el original.

Foto: Columbia Tristar

sábado, febrero 18, 2006

Le nice sex de pantalla 2

Ayer, cuando era un morro nubil, pero ya no tan inocente, me emocionaban -supongo que como a cualquiera- las escenas sexuales en el cine, aunque no tuvieran que ver con la trama y tampoco fuera una película porno.

Educarse en un ambiente conservador -que sólo significa padres demasiado cobardes para hablar a los hijos de relaciones de pareja y relaciones sexuales- implica que ésa es toda la educación sexual que uno recibe.

A eso sumémosle que de quinceañero tampoco tenemos idea de cómo llegarle a una chica. Ya estas demasiado crecidito para que funcione: «si tu me enseñas el tuyo yo te enseño el mío» o «vamos a jugar al doctor, encuérate». Así que también se recurre a los trucos de ligue fílmicos.

Pero uno no se encuentra a chicas que digan: «Tienes una pistola en el bolsillo o sólo estas feliz de verme»; y un «Come on, baby, make my day» tampoco funciona. De hecho, la mayor parte de la frases de ligue de los protagonistas funcionan por exigencia del guión, o por que las dice un Tom Cruise o Brad Pitt cualquiera.

Y mientras uno veia irse a las chicas y volvía a casa a ver más películas.

También veias sexo en cualquier sitio. En la mesa metálica de la cocina, en la escalera, en el piso, en la playa, en el mar, en albercas, en baños, en coches, en bosques, en oficinas, en callejones, en la alacena... vamos, la cama quedaba completamente devaluada y si se usaba era porque tenía postes y alguien estaba atado. Insisto, no eran películas XXX.

Cuando por fín se puede hacer ése tour, fuera de la imaginación, se exije al cine un letrero que diga: «A ellos les pagamos millones, usted no lo intente en casa». Vamos aquellas escenas no tomaban en cuenta superficies heladas, el clima -lluvia, frío, calor, humedad-, bordes agudos, insectos, vouyeristas, tirones musculares, policía, asientos traseros para contorsionistas, magulladuras y la increíble capacidad de la arena para colarse donde sea... sí, ahí.

Entonces se empieza a amar la cama y a amar en ella, aunque no tenga postes.

Las escenas sexuales deberían clasificar para el Oscar a mejores efectos especiales.

Foto: Columbia

Le nice sex de pantalla

Hablemos de sexo, joder, la idea suena ambiciosa en una mañana de cruda como ésta. También está la opción de hablar de crudas, pero eso siempre termina con una competencia por ver quien despertó peor después de X número de botellas.

Además tengo que reunir a las neuronas supervivientes de anoche, que supongo se me estan escondiendo en algún rincón de la cabeza.

Sexo... jooooooder ¿Aspirina? ¿Cafe?

Ya vuelvo...

sábado, febrero 11, 2006

La chica al centro


«Si cuando un hombre lobo muerde a un humano le pasa su maldición, ¿Que pasa cuando muerde a un pez dorado?», eso pregunta Neil Gaiman -guionista de «Sandman» y autor de «Buenos Presagios», «American Gods» y «Neverwhere»- en un ensayo acerca de la creatividad. «¿Que pasaría si...?» es una de las preguntas claves al momento de crear una historia según él y es una pregunta que a diario nos hacemos.

¿Que pasaría si tuviera 20 millones de dólares? ¿Que pasaría si me encuentro con Keira Knightley y me mira con ojos fascinados? ¿Que pasaría si me reclutara Morfeo a la Matrix? Esas y mil otras variantes despiertan nuestras fantasías y miedos internos, los mismos que se emulan en las películas para que cuando vamos al cine no nos sintamos en la butaca, sino en la pantalla.

Salimos del cine cazando vampiros o pilotando naves espaciales, volteamos a un lado y vemos al musculoso niño rico que pasea con la porrista y lo destazamos con un sable láser mientras «rescatamos» a la damisela del monstruo que la acompañaba.

La respuesta a esas preguntas ociosas suelen colocarnos como héroes de una minihistorieta, no es para menos, si es nuestro sueño no tenemos porque dejar que Brad Pitt se quede con NUESTRA Angelina Jolie... ni que el fulano que nos cae como hígado se quede con esa chica que nos encanta -aunque, probablemente, el tipo nos caiga mal sólo por que ella lo prefiere a él-.

Esas preguntas y sueños nos son comunes a todos. Tanto como los desamores que compartimos después del tercer pisto y nos hermanan con el resto de los desconocidos que están igual de borrachos -resulta que todos vivieron lo mismo-. Son los sueños que esculpen a los héroes.

Ser un espía internacional que viaja a todo puerto exótico, posee los más avanzados gadgets y autos, le basta extender un brazo para que una top model aparezca en él y asesina impunemente a cualquiera que se le interponga. Suena elaborado, pero a James Bond le ha valido cuatro décadas de éxito. Al final de la película diremos «que colgado», pero seguimos recordando el bikini de Halle Berry o los labios de Denisse Richards -el resto de ella no lo lucieron como hubieramos querido-.

Bond personifica al héroe «azul marino», como bien le bautizó una amiga cinéfila, el estereotipo de los deseos masculinos cuando la testosterona ataca. Su versión moderna sería Vin Diesel en «XXX», que tiene las mismas características, pero se actualiza con los deportes Xtreme. Uno se queda con Berry, el otro agandalla a Asia Argento.

Ambos funcionan para las puñetas mentales de una noche de pisto y rock.

Pero hay otros héroes para cuando la melancolía diluye a la testosterona y han dado base a las comedias románticas estudiantiles de los ochenta y noventa. Los papeles que entonces se disputaban Patrick Dempsey, John Cusack y Matthew Broderick... el chavo nerd o común y corriente que vivía secretamente enamorado de la princesa de la escuela o jefa de porristas. Esos que sólo buscaban la oportunidad de que la bella en cuestión les conociera para enamorarla.

Dempsey fue el más curioso, en «No puedes comprar amor (Can't buy me Love, 1987)» contrata a su amada para que finja ser su novia y ser aceptado. Consigue la aceptación, se queda con la chava y luego pierde todo por dejar de ser él mismo. Ese era el problema con esos alucines, tenían que golpearte con la moraleja y, a veces, convencerte de que la freak -como tu- a lado tuyo era quien te convenía.

Al menos hoy en día -gracias a Bill Gates, Steve Jobs y otros- el prototipo de nerd esta mejor valorado, «no te burles del nerd de hoy, que será tu patrón mañana».

La moda misma favorece actualmente al tipo flaco y con aspecto desgarbado, al hippie, grunge o darketo, en reflejo del héroe con más cerebro -o ingenio- que músculo. Bill y Ted han tenido la excelente aventura de subir a pasarelas y ver a otros pagar una fortuna por vestir como ellos.

Obvio, esos son los héroes que es más factible que se parezcan a uno - a menos que nuestro ideal sea ser un príncipe azul Televisa- y son los que dan las ideas para los alucines donde la heroína es fulanita, la que se sienta allá, y no Charlize Theron o Carmen Electra.

Lo que tienen ambos tipos de héroes en común es quedarse con la chava, para los primeros temporalmente -la chica es desechable, a fin de cuentas- para los segundos con miras permanentes. Ese suele ser el detonador de los soñadores, la ausencia de chava.

Un último tipo es el antihéroe al estilo Rick, de «Casablanca». Lo repite Michael Paré en «Calles de fuego», lo deja en duda Adrien Brody en «Regresiones»... es el que salva a la chica para luego darle la espalda. Es un tipo menos común, ideal para los ratos de "ardido" que todos tenemos.

Y aún así, alrededor de la chica giramos.

Fotos: Warner y MGM

sábado, febrero 04, 2006

De Holly a Trinity

Bella, audaz, moderna, descarada e ingenua a un tiempo, la imagen que Blake Edwards creó de Holly Golightly en su película «Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's)» es más popular, y quizá más perdurable que la retratada por Truman Capote en el cuento corto en que se basó la película. Pero cualquiera de las dos es la descripción de una mujer actual, con cuarenta años de adelanto.

Holly conquista a cualquiera, ya sea en el escrito, donde los encantados pueden pagar por disfrutar de esos encantos, o en la película -donde la chica también se vende, pero de forma más disimulada-. Ella es divertida, hace sentir bien a todos y no deja de ser ella misma, es elegante y bien vestida cuando quiere y también se luce aún vistiendo informal. Es atrevida, pero tiene buen gusto.

Está, pero siempre da la impresión de estar a punto de correr, huyendo de sí misma probablemente. Es una chica confusa, con sueños, angustias y problemas, la imagen actual de la damisela en apuros, pero con los dragones que la atrapan en su cabeza.

La imagen visual se la debemos a Audrey Hepburn, siempre bella, que estelarizó el filme clásico. Tenía ésa aura traviesa y elegante, con aires de una modelo con la que se puede ir a tomar una chela y platicar a gusto.

Marilyn Monroe fue la primera opción de los productores, sin embargo los asesores de la diva le dijeron que el papel no le convenía a su «nueva imagen», lo que es una suerte. Marilyn hubiera dado más sensualidad al papel, pero su falta de elegancia hubiera evidenciado demasiado la insinuación de prostituta que da Audrey.

Truman Capote, como sea, fue el primero que bosquejó a Holly, se afirma que basado en Monroe, aunque él afirmó que pensaba en Carol Grace, una amiga suya, cuando escribió el cuento. Grace fue una actriz de los años 50 que ha trascendido por ser la Holly original tanto como por casarse con Walter Matthau.

Holly actualizó un arquetipo más antiguo, semeja a las sílfides o a las driadas, aquellas creaturas semisalvajes de los bosques y ríos de la mitología griega, bellas hasta ser seducidas. También tiene de la chica que fue a pasear al bosque prohibido y acabó cautiva de un monstruo en una cueva o castillo perdido.

¿Por que se parece tanto a las chicas actuales? Por que demasiadas viven con fantasmas en la cabeza, con miedos que esperan que un caballero de brillante armadura televisa ahuyente, cuando son ellas las que han de enfrentarse a ellos, o seguir huyendo de por vida. Mientras tanto intentan a todas luces mantener una apariencia... incluyendo el look anorexico de la Hepburn.

El arquetipo se evidencia en que hay tantas Hollys por ahí, que ni idea tienen de la película.

Hoy día tenemos a la mujer de acción, ya sea una Aeon Flux, Trinity, Lara Croft o Selene (Underworld). Este es otro arquetipo que, hasta cierto punto, representa la evolución de los ideales sociales, en su momento una Holly Golightly era una chica moderna actuando de acuerdo a sus tiempos -aunque su estrategia era casarse con un millonario-, actualmente es la mujer que se porta de tu a tu con los hombres y ni siquiera simula necesitarlos, en todo caso accede a hacer pareja en igualdad de condiciones.

La evolución entra donde la Holly enfrenta a su dragones y sale bien parada, adquiriendo dominio de sí misma. Deja de reaccionar ante lo que le ocurre y se convierte en acción, ahora es cazadora de fantasmas y dragones. No que persiga mitos, sino que enfrenta los monstruos internos y, por consiguiente, las circunstancias externas que se presentan.

Obvio, ello también refleja lo que ahora los hombres encuentran deseable en una mujer y, por tanto, mostraría una tendencia social hacia la que avanzamos.

En 1961 había una sola Holly Golightly, hoy hay por doquier; quizá en cuarenta años tengamos Trinitys, Laras y Selenes paseando por ahí.