lunes, mayo 15, 2006

Exagerada realidad

La única ocasión en que me paré en los últimos quince días fue para ver «Misión Imposible 3», que a fin de cuentas fue un buen giro onírico para el ataque de realidad que mi vida sufrió en este lapso.

Disfrute la película, me sacó de un mal rato que estaba viviendo y, aunque más tarde me sumergiera de nuevo en él, al menos durante un par de horas lo olvidé. Cuarenta pesos por eso me parece un precio más que razonable. Esa es una de las funciones del cine como entretenimiento, incentivar nuestra imaginación y dispararnos hacia un universo distinto, donde los coches estallan al primer disparo -si es de los malos, los de los buenos reciben cientos dejando a sus ocupantes ilesos-.

Es bueno ver una película en donde alguien pasa por tantas dificultades y triunfa, sin importar la irrealidad de por medio, es algo que inspira. Es como los promocionales de HBO en cable, donde un oficinista, una conductora y un abogado se inspiraban para salir de problemas cotidianos recordando a un héroe cinematográfico.

La humanidad siempre ha necesitado héroes, los hay en todas las mitologías y religiones, gente común que realiza grandes hazañas, considerando sus capacidades. David tenía que ser un pastor para que fuera impresionante que matara a Goliat de una pedrada; antes que Neo comprenda sus poderes basta un «Mr. Smith» para dar emoción, ya que se convierte en un Supermán, se requiere de millones de Smiths.

Los villanos cotidianos nosotros los definimos, les damos sus poderes y tamaño. Es como aquello de «ahogarse en un vaso de agua», eso funciona visto desde fuera, desde dentro el vaso es un océano hasta que salimos de él. Cada problema que vivimos es imposible en la medida que lo queramos, es nuestro villano personal y nosotros definimos su poder para dañarnos u obtaculizarnos.

El camino del héroe es el camino a la grandeza que todos queremos recorrer, sus hazañas nos hacen soñar y sus ideas inspiran. En la cotidianeidad queremos las recompensas y los logros, pero no las luchas y los obstáculos, queremos un triunfo sin problemas. Queremos tener a la princesa sin luchar con el dragón.

La recompensa vale en la medida que nos esforzamos. Un título universitario simboliza unos años de esfuerzo, si nos lo regalaran ¿Que nos importaría?; Un ascenso laboral simboliza las horas extras, las desveladas, las bilis y demás constancias del esfuerzo que hicimos para merecerlo. El triunfo es un simbolismo para el esfuerzo, por tanto sin éste no hay victoria.

Esas constancias se mantienen en el cine o no nos interesaría, pues dejaría de ser un reflejo de la realidad.